lunes, 14 de marzo de 2011

Las oportunidades de servir

Cuando se habla de ricos y pobres, inmediatamente se los incriminan a deficiencias de los sistemas, o a la mala distribución de las riquezas en beneficio de unos y detrimento de otros. En estos conceptos hay mucha lógica, porque más que males de clases, existen más allá sentimientos de egoísmo y codicia, de los que se titulan benefactores o defensores de los mismos. Sin embargo, si estas posiciones o clases se observaran bajo la lupa espiritual, se contentarían muchos en conocer el significado que da la Ciencia Espiritual.
Absolutamente nadie se puede investir como propietario del patrimonio universal de bienes. Obsérvese que cuando se produce el cambio llamado muerte las posesiones o bienes materiales no se pueden trasegar a la nueva estancia más allá del sepulcro, porque todo pertenece a la Creación, con dependencia directa a Dios. Bueno o malo, solo a Él le compete como único dueño. Por tanto, únicamente somos administradores, con lo cual debemos ser fieles a la buena distribución de los bienes.
La riqueza material mal asimilada concursa a desviar la atención a los valores, como también a objetivos relevantes para el desarrollo del Ser en su aspecto espiritual. Ya lo dijo Jesús: “¡Cuán difícil se le hacía a un rico salvarse o liberarse y entrar al Reino del Cielo!”.
Y no es que la riqueza material sea indigna o pecaminosa. No. Es que la carga emocional de dependencia a ella obnubila y se convierte en el Augusto César, a quien se le hace culto y se adora en el tabernáculo del mundo sensorial. Se valida esto con aquello dicho también por Jesús: “Ö donde está puesta la menteÖ está centrado el corazónÖ”.
Por tanto, es una responsabilidad muy grande que se contrae, cuando con apatía, desidia y mal sentimiento se someten a las directrices del dinero, y se olvidan del hermano que se descarna en la pobreza, convirtiéndose los primeros en miserables de alma. Muchas alegorías de este orden se inscriben como citas en la Biblia sobre el Rico Epulón y el mendigo Lázaro. Y cuando esto se lee, ayuda a hacer profunda reflexión de su contenido y resultado, y explica el cruento dolor que sufre el alma en los planos donde es el llanto y crujir de dientes cuando descubre las oportunidades de servir que le dispensó la vida, y en ignorancia las anuló.
La condición de pobreza es muy cuestionable, y por ello existen modos de expresarla. Y se principia porque muchos seres, teniendo poder y riquezas materiales, son pobres de almas. Lastimeros por deficiencias anímicas y conductuales, que esclavizan a un psiquismo inferior con dependencia a complejos y depresión que se incuban en la psiquis por la ansiedad. Otros, en cambio, aceptan su condición con el popular dicho: “No es más rico o feliz quien más tiene, sino el que menos necesita” .
Y por ello hay una expresión a manera de plegaria: “ÖTe pido, Señor, no por aquel que es conforme en su pobreza, sino por aquel que teniéndolo todo se olvida de Ti”.

No hay comentarios: